jueves, 25 de febrero de 2010

Un demonio en la Embajada de Alemania


Ernesto Tornquist fue un prestigioso empresario argentino que hizo construir su mansión en Villanueva 1055, al lado de la Iglesia San Benito entre los barrios de Palermo y Belgrano, donde hoy funciona la Embajada de Alemania.
Luego de su muerte en 1908, la casa fue vendida a la familia Casullo y después a la familia Blaquier, quienes de repente, en medio de una noche de tormenta y sin explicar nada a nadie, partieron en su coche bajo la luz tenue de la luna.

Cinco días pasaron hasta que el monaguillo de la iglesia decidió ingresar a lo de sus vecinos para investigar qué era ese olor nauseabundo que se sentía desde el presbiterio. No tardó mucho en encontrar el causante del hedor. Semidesnudo y recostado en el piso helado del comedor, estaba el cuerpo de Alfio, el hijo de la pareja Blaquier.

Con la garganta abierta por el filo de una cuchilla, sus pulmones hacían un inútil esfuerzo por absorber la mayor cantidad de aire, pero solo lograban ahogarse en una tos de sangre y vómito.

Sus manos inmóviles, sus ojos blancos clavados en dos cuervos que expectantes lo observaban desde el vitreaux del techo, lo acechaban, lo esperaban, lo deseaban. Finalmente, y sin cambiar el rumbo de su mirada, el cuerpo tieso de Alfio se levantó y quedó de pie sobre el aire. Una voz sobrenatural le susurró una frase al monaguillo: “Quien mora en este cuerpo ahora, morará más tarde en otro que brindará su alma para que los demonios renazcan”. Segundos después, los cuervos desplegaron sus alas, se dejaron caer a los hombros del endemoniado Alfio y comenzaron a picarle los ojos.

El monaguillo, espantando, corrió hasta la iglesia. Llegó a la puerta y le contó al cura lo que había sucedido. Meses más tarde, el joven monaguillo hablaba de cuervos, de muertos ensangrentados y de demonios desde la habitación de un manicomio.

Durante años la mansión Tornquist estuvo deshabitada y nadie se animaba a acercarse a sus puertas, hasta que en 1980 la República Federal alemana se hizo acreedora del terreno. Contrató al arquitecto Dieter Oesterlen para que la refaccione y en marzo de 1983 inauguró la Embajada y Consulado de Alemania.

Nada se supo de Alfio, pero algunos aseguran que de noche escuchan una voz rara que suena gruesa pero que a la vez parece un chirrido (como quien rasguña un pizarrón), que reclama el desalojo de la mansión para que los demonios renazcan.

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